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conjunto de ordenes

  • 1 macro

    'makro
    f
    ( conjunto de ordenes) INFORM Makro n

    Una macro realiza una secuencia de instrucciones con una sola orden. — Ein Makro führt eine Reihe von Anweisungen mit einem einzigen Befehl aus.

    sustantivo femenino

    Diccionario Español-Alemán > macro

  • 2 generalato

    m.
    1 generalship, commission or dignity of a general (órdenes religiosas).
    2 generals (people).
    * * *
    1 (grado) generalship
    * * *
    SM
    1) (=arte, rango) generalship
    2) (=personas) generals pl
    3) Méx * (=madama) madam, brothel keeper
    * * *
    masculino ( cargo) rank of general; ( conjunto) generals (pl)
    * * *
    masculino ( cargo) rank of general; ( conjunto) generals (pl)
    * * *
    1 (cargo) rank of general
    ascendió rápidamente al generalato he rose rapidly to the rank of general
    2 (conjunto) generals (pl)
    * * *
    1. [grado] rank of general
    2. [conjunto] generals

    Spanish-English dictionary > generalato

  • 3 sacerdocio

    saθɛr'đoθǐo
    m
    1) ( condición del sacerdote) REL Priesteramt n
    2) ( el conjunto de los sacerdotes) Priesterstand m
    3) (fig: consagración a algo) Widmung f, Hingabe f
    sustantivo masculino
    2. [devoción] Hingabe die
    sacerdocio
    sacerdocio [saθer'ðoθjo]
    num1num (ministerio) Priesteramt neutro
    num2num (estado) Priesterstand masculino
    num3num (órdenes) Priesterweihe femenino
    num4num (consagración) Hingabe femenino; él se toma la medicina como un sacerdocio er hat sich ganz der Medizin verschrieben

    Diccionario Español-Alemán > sacerdocio

  • 4 episcopacy

    s.
    1 episcopado, el gobierno de una iglesia por obispos, especialmente por los órdenes de obispos, prebíteros y diáconos.
    2 episcopado, dignidad de obispo.
    3 el conjunto de los obispos. (plural episcopacies)

    Nuevo Diccionario Inglés-Español > episcopacy

  • 5 Abrahams, Derwin

    1903-1974
       Neoyorquino, lo encontramos por primera vez en los titulos de credito de una pelicula en 1936, como ayudante de direccion de Nate Watt en La rueda del destino (Hoppalong Cassidy Returns). Continuara en este cometido, siempre para Paramount, a las ordenes del citado Watt, David Selman, Edward Ven turini, Howard Bretherton y, sobre todo, Lesley Selan der. Salvo en una ocasion, las peliculas son entregas su cesivas de la serie protagonizada por William Boyd. Cuando, en 1941, pasa a la direccion, no es de ex tranar que su obra, westerns en su inmensa mayoria, se centre en series y seriales con actores como el citado Boyd, Charles Starrett (Durango Kid) o Johnny Mack Brown. Trabaja para Columbia y, en menor me dida, para Monogram. Entre 1941, ano de su debut detras de las camaras, y 1945, cuando empieza su conjunto de peliculas con Charles Starrett, existe un vacio que no he podido llenar, en el que, segun algunas fuentes, realiza tres westerns, Texas Rifles, Phantom Outlaws y Cattle Call, todos ellos de 1944.
       ◘ Border Vigilantes. 1941. 62 minutos. Blanco y Negro. Paramount. William Boyd, Russell Hayden, Andy Clyde, Frances Gifford.
       ◘ Secrets of the Wasterland. 1941. 66 minutos. Blanco y Negro. Para mount. William Boyd, Andy Clyde, Brad King, Barbara Britton.
        Rough Ridin’Justice. 1945. 58 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Charles Starrett, Dub Taylor, Betty Jane Graham, Jimmy Wakely.
        The Return of the Durango Kid. 1945. 58 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Charles Starrett, Tex Harding, Jean Stevens, Britt Wood.
        Both Barrels Blazing. 1945. 57 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Charles Starrett, Dub Taylor, Pat Parrish, Tex Harding.
        Rustlers of the Badlands. 1945. 55 minutos. Blanco y negro. Columbia. Charles Starrett, Dub Taylor, Sally Bliss, Tex Harding.
        Northwest Trail. 1945. 66 minutos. Cinecolor. Screen Guild. Bob Steele, John Litel, Joan Woodbury.
        Drifting Along. 1946. 60 minutos. Blanco y Negro. Monogram. Johnny Mack Brown, Lynne Carver, Raymond Hatton.
        Frontier Gunlaw. 1946. 60 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Charles Starrett, Tex Harding, Jean Stevens, Dub Taylor.
        The Haunted Mine. 1946. 51 minutos. Blanco y Negro. Monogram. Johnny Mack Brown, Raymond Hatton, Linda Johnson.
        The Fighting Frontiersman. 1946. 61 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Charles Starrett, Smiley Burnette, Helen Mowery.
        South of the Chisholm Trail. 1947. 58 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Charles Starrett, Smiley Burnette, Nancy Saunders.
        Prairie Raiders. 1947. 54 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Charles Starrett, Smiley Burnette, Nancy Saunders.
        Swing the Western Way. 1947. 66 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Paul Triesch, Ken Triesch, Mary Dugan.
        The Stranger from Ponca City. 1947. 56 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Charles Starrett, Smiley Burnette, Virginia Hunter.
        Riders of the Lone Star. 1947. 55 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Charles Starrett, Smiley Burnette, Virginia Hunter.
        Smoky River Serenade. 1947. 67 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Paul Campbell, Ruth Terry.
        Tex Granger, Midnight Rider of the Plains. 1948. 270 minutos. 15 capitu los. Blanco y Negro. Columbia. Robert Kellard, Peggy Stewart
        The Rangers Ride. 1948. 56 minutos. Blanco y Negro. Monogram. Jimmy Wakely, Dub Taylor, Virginia Belmont.
        Cowboy Cavalier. 1948. 57 minutos. Blanco y Negro. Monogram. Jimmy Wakely, Dub Taylor, Jan Bryant.
        The Girl from San Lorenzo. 1950. 59 minutos. Blanco y Negro. Inter-American Productions (UA). Duncan Renaldo, Leo Carrillo, Jane Adams.
        Whistling Hills (Emboscada en las colinas). 1951. 58 minutos. Blanco y Negro. Monogram. Johnny Mack Brown, Jimmy Ellison, Noel Neill.

    English-Spanish dictionary of western films > Abrahams, Derwin

  • 6 Wise, Robert

    1914-2005
       Nacido en Winchester, Indiana, en 1933 abandona sus estudios de periodismo y marcha a California con su familia. Su hermano David le presenta a Jimmy Wilkinson, jefe del departamento de montaje de RKO, quien contrata a Wise inicialmente para transportar rollos de peliculas. Poco despues trabajara a las ordenes del montador de sonido y, dos anos mas tarde sera ayudante de montador. En 1939 sera ya montador, tarea que ejecutara en una docena de peliculas hasta 1943, en particular en Ciudadano Kane (Citizen Kane, Orson Welles, 1941). En 1943 debuta Robert Wise como director, en la unidad de produccion de Val Lewton, sustituyendo a Gunther von Fritsch, tachado de lento, en el filme The Curse of the Cat People, secuela de La mujer pantera (Cat People, Jacques Tourneur, 1942). Hara dos peliculas mas para Lewton, y permanecera en RKO hasta 1949 realizando un total de nueve peliculas, entre las que se encuentra un interesantisimo western, Blood in the Moon, que merece un analisis detallado. Pelicula mas de caracteres que de trama, es una muestra del buen hacer de Wise, no siempre bien comprendido. Otros dos interesantes westerns, pertenecientes a la segunda etapa de su carrera, mas eclectica, en la que alterna no solo buenas y malas peliculas, sino tambien una productora u otra, conducen a un exito deslumbrante, West Side Story (1961), con la que se inaugura una tercera, y definitiva, etapa creadora, la de los grandes y costosos proyectos, lo que no impide que aparezca en ella alguna que otra obra mas intimista. En conjunto, la filmografia de Robert Wise es bastante mas que estimable, y no es sencillo encontrar en ella peliculas francamente detestables. Al margen de las ya citadas, si hay que citar una por cada etapa, mi eleccion es clara, The Set-Up (1949), intenso drama centrado en el mundo del boxeo, Ultimatum a la tierra (The Day the Earth Stood Still, 1951), parabola humanista en plena guerra fria, y El Yang-Tse en llamas (The Sand Pebbles, 1966), superproduccion amarga y desencantada, con todas las virtudes y casi ninguno de los defectos del cineasta.
        Blood in the Moon. 1948. 88 minutos. Blanco y Negro. Pallas (RKO). Robert Mitchum, Barbara Bel Geddes, Robert Preston, Walter Brennan, Phyllis Thaxter.
        Two Flags West. 1950. 92 minutos. Blanco y Negro. Fox. Joseph Cotten, Linda Darnell, Jeff Chandler, Cornel Wilde.
        Tribute to a Bad Man (La ley de la horca). 1956. 95 minutos. East mancolor. CinemaScope. MGM. James Cagney, Don Dubbins, Stephen McNally, Irene Papas.

    English-Spanish dictionary of western films > Wise, Robert

  • 7 güelguia

    Güelguia ou huelga, significa hacer huelga en el trabajo con el fin de conseguir alguna cosa justa y honrada. —You fexe ‘n toa miou vida dous güelguies, ya vou cuntayes nagora qu’encalda nel xeitu ‘l frutu qu’afuxinéi d’eches. La primeira veiz que me punxe ‘n güelguia foi cundu les famóuxes “Campanes d’Aviles”, trabayaba you per aquel lleldar comu xefe d’equipu nunu d’aquechus inxenius dou xugábamus con la Cadarma namái qu’entrábamus per aquechus camaretus d’aire comprimíu, dou mamplenáus de veices nus explotaba lus uíus de dollor, fayéndunus sangrar como curíus achuquináus per la ñariz ya les urées de ya dandunus campaneirus mái floxacus fasta se les xebraba ‘l coñocimentu, ya tou ísti aparti del trabayu que yera pelligróuxu ya m’esforciáu, lu faíamus per un xueldu de diecisiete pesetes aparti d’una primaxa que nus apurríen cundu les paicía, pos el díe que nun llancábamus nagua ‘l manullitu de cementu ya fierru, que lu mesmu pexaba cen toneláes, ya teñíamus que llantalu fasta catar el firme per debaxu del nivel del mare, anxina yera que cundu ‘l aire se xebraba perque tou ‘l material qu’uxaben pa lleldalu namí que yera un estrampanu de comprenxores ya fierrus, cuntu que cundu ‘l aire se colaba ‘l agua entraba lluéu dientru la campaña, ya tóus noxoitres con la priexa d’un centétchu teñíamus que subir per unes escaleraxes de fierru dou nun coyía namái qu’ún, anxina yera que con la fumareda qu’encaldaba ‘l vapore del aire que nun dexa güétchar nagua, ya ‘l ruxir del agua que per tous lus lláus fondeirus del manullitu a regueiráes nus aniegaba, faíanus a tóus coyer bones esquirpiaés de miéu, pos nadie iñoraba qu’el manullitu padíe ‘sfrundixe ya dexanus a tóus estrapacháus debaxu d’él lu mesmu que se fóramus figus d’agostu. Per istu ‘l tiberiu que s’encaldaba debaxu d’aquel esguiladeiru de fierru, yera ‘l de galamiar con priexa ya esciplina pa fuyír d’aquel enfernal pelligru qu’angunus compañeirus nuexus d’oitres campanes mái esgraciaínes que les que you acaidonéi les veixe arrabucáu la vida. —Despós cundu denuéu ‘l aire golguié teñíamus que’achicar l’agua, ya lu mesmu tardabamus varius díes en llograyu, ya metantu tou ísti tempu nun cabrabanus nagua de prima, foi per ista inxusticia per la que faléi con lus dez homes que trabayaben cuaúmigu, ya llogréi ‘l miou paicer conveceyus, paque non achicáramus mái agua mentantu nun nus apurrieren la prima lu mesmu que cundu trabayábamus picachonandu la tierra. Foi ‘l casu que comu a la gora de tar paráus al lláu de la campana murandu ‘l conseguir lus nuexus honréus drechus, vienu la brigadilla de lu criminal d’avilés, ya col llátigu na mán díxunus que xinun entrábamus a trabayar nel escapi nus esfoyaben a llatigazus achindi mesmu, ya tóus conel mesmu miéu que viesen apaparáu cundu nus xebraramus de dientru, golguierun oitra veiz al trabayu xin faer gurgutu, colarun tóus foriáus de miéu d’aquecha pollicía d’achunquinus, quáchuquinar un home a llatigazus yera p’echus pequenina parva, Tan solu quedarun al lláu migu dous rapazus que viesen síu llexonarius, ya lus tres xuntus les diximus que nouxóitres nun trabayabamus metantu nun nus aprurieren la prima, e achindi mesmu lus mamfrorinacus ya fíus de paraxeta d’aquetchus megreirus de pollicies, nus fexerun conel llátigu ‘n pequenu falagáu de chombu, ya despós nus chevarun pal sou cuartel e achindi nus apurrerun durante tou ‘l tiempu de tres díes galgazáus ya inxultus de tous lus collores, xin danus lus mu chimiagus nin gateira d’agua, pos échus queríen que nuexoitres firmaramus nun séi quéi que viéxemus fechu, peru dangunu firmamus nagua, ya entóus nus arretrigarun na cárxel, ya lus poucus díes el xuez puénxunus en llibertá, peru a la mesma porta de la cárxel golguirun a prindanus lus ñegreirus pollicíes, ya chevárannus denuéu pal sou cuartel, e achindi duranti oitres tres díes nus apurrierun tocata ya tunda, ya despós de ben fartus d’inxultus ya llatigazus punxérunnus en llibertá, ya lus tres fomus denuéu a curar nuexes ferides a la “Hermaná Llexonaria” de nuexus Tercius. TRADUCCIÓN.—Yo hice en toda mi existencia dos huelgas, y les voy a contar ahora que encarta en la palabra, el fruto que he sacado de las huelgas. La primera vez que me puse en huelga, fue cuando las famosas campanas de aire comprimido con las que se hacían los cimientos de Ensidesa de Avilés. Trabajaba yo en aquel suceder como jefe de equipo de uno de aquellos ingenios donde jugábamos con la muerte nada más que entrábamos por aquellas camaretas de aire comprimido, donde muchas veces nos reventaban los oídos de dolor, haciéndonos sangrar como patos degollados por la nariz y las orejeas, y algunos otros compañeros más flojos hasta perdían el conocimiento de dolor, y todo este sufrimiento, a parte del trabajo que era de lo más peligroso y esforzado, lo hacíamos por el miserable sueldo de diecisiete pesetas por jornada de trabajo, aparte de una insignificante prima que nos deban cuando les parecía, pues el día que no plantábamos nada el enorme bloque de cemento y hierro que lo mismo pesaba cien toneladas o más, y teníamos que plantarlo escavando la tierra, arena, piedra, etc., por dentro de él, hasta encontrar el firme que estaba por debajo del nivel del mar, así era que cuando el aire comprimido se marchaba, cosa que sucedía con mucha frecuencia, ya que el material que usaban para hacerlo era un conjunto de chatarra compuesto por compresores y tuberías, digo que cuando el aire se iba, el agua entraba dentro de la campana con mucha rapidez, y todos nosotros con la prisa de una centella teníamos que subir por una escalera de hierro pegada al bloque de cemento donde tan sólo cabía uno de cada vez, así era que con la humerada que producía el vapor del aire, que no dejaba ver nada, y el ruido del agua que por todos los lados fonderos del manolito de cemento a torrentes nos ahogaba, hacíamos a todos coger grandes cantidades de miedo, pues nadie ignoraba que aquel maldito bloque podía en cualquier momento falto del sostén del aire hundirse y dejarnos a todos reventados lo mismo que los higos de agosto, cuando maduros se desprenden de la higuera y se aplastan encima de las losas del suelo. Por todo esto, la lucha que se desarrollaba debajo de aquella escalera de hierro, era la de correr con grande prisa y disciplina, para poder huir con tiempo de aquel infernal peligro, que algunos compañeros nuestros de otras campanas más desgraciadas que la que yo dirigía, les había arrancado la vida. Después cuando de nuevo el aire volvía, teníamos que achicar el agua, y lo mismo tardábamos varios días en lograrlo, y durante todo este tiempo no cobrábamos ninguna prima. Fue precisamente por esta injusticia, por la que hablé con los diez hombres que trabajaban conmigo, y logré según mi parecer convencerles, para que no achicáramos más agua mientras que no nos pagasen la prima lo mismo que cuando trabajábamos picando y sacando la tierra. Sucedió que como a la hora de estar parados al lado de nuestra campana esperando el conseguir nuestros honrados derechos vino la brigadilla de lo criminal de Avilés, y con el látigo en la mano nos dijo desafiadoramente que sino entrábamos a trabajar con rapidez, nos despellejarían a latigazos allí mismo. Y todos con el mimo miedo que hubieran cogido cuando dentro de la campana huyéramos de su peligro, volvieron otra vez al trabajo sin decir palabra se marcharon todos cagados de miedo a aquella policía asesina, que matar a un hombre a latigazos era para ellos un feliz entretenimiento. Tan sólo se quedaron a mi lado dos jóvenes de mi edad aproximada que habían sido legionarios, y los tres juntos les dijimos que nosotros no trabajaríamos hasta que no nos pagasen la prima que reclamábamos. Allí mismo, los mariconazos e hijos de puta de aquellos cobardes y asesinos policías, nos empozaron a castigar con sus látigos, y seguidamente nos llevaron para su cuartel, y allí nos martirizaron salvajemente durante el tiempo de tres días con latigazos, patadas, puñetazos, insultos y demás, teniéndonos siempre amarrados a unas prietas esposas, y sin darnos los muy babosos ni tan sólo una gota de agua, pues ellos querían por todos los medios que nosotros firmásemos no se que hubiésemos hecho. Pero ninguno de nosotros firmamos nada, y entonces nos metieron a la cárcel, pero a los pocos días el juez nos puso en libertad. Y otra vez a la misma puerta de la cárcel volvieron a detenernos los negreros y asesinos policías de nuevo llevándonos a su cuartel y durante otros tres días nos estuvieron dando paliza tras paliza, y después de bien hartos de insultos y latigazos, nos pusieron en libertad, y los tres nos marchamos de nuevo a la "Hermandad Legionaria, de Nuestros Queridos Tercios” con el triste fin de curarnos las heridas que la Cobarde y Cerda Sociedad nos había tan injustamente hecho. —Algunos años más tarde me volví a ponerme en huelga en el Pozo Minero de LLáscaras, sucedió de la siguiente manera. Entre a trabajar en aquella mina como ramplero, durante un mes trabajé a las órdenes de un picador con el ardor y la fuerza que en mi desde niño ha sido junto con la honradez, las únicas virtudes que he tenido. El picador que trabajaba a destajo por metros de carbón picado, era un astur de grande fortaleza y como unos cuarenta años de edad, sabía su oficio como grande maestro que era, la rampla era cómoda pues tendría casi dos metros de ancha, y el carbón difícil de picar pues s'eboronaba (deshacía) nada más que metía en martillo en sus negras y relucientes vetas, durante toda la jornada envuelto en un río de sudor y sin detenerme nada, me era casi imposible dar a basto el retirar el carbón que aquella máquina humana picaba, no nos cruzábamos en todo el tiempo de trabajo ni una sola palabra, el picaba como un verdadero demonio, tal parecía un coloso que se quería comer la rica veta en un sólo relevo, de vez en cuando hacía un respiro para echarse un trago de vino de la bota que tenía colgado de una mamposta, desde luego ahora que le recuerdo y le estudio con detenimiento, tengo que reconocer que era el atuñáu más grande que yo había conocido, pues jamás me brindó a que limpiara mi garganta con un paparáu de vino, después cuando postiaba también hacía este trabajo con una rapidez y precisión que impresionaba, y aquí si me decía alguna orden, pues eso eran sus palabras, ten aquí, traí pacá, pon aquí, etc. El picaba diariamente el trabajo estipulado para tres o cuatro jornadas a sueldo, el cobraba esos sueldos que destajaba en un sólo jornal, mientras que yo tenía que hacer todo ese trabajo de más por tan sólo un sueldo, el miserable xornaletu de un rampleru. Pronto empece a pensar que me estaban despiadadamente robando mi sudor, bien el picador o la empresa, yo trabajaba tres veces más no cobrando nada mis que un rancuayin xueldu. ¿Por qué me preguntaba proporcionalmente no puedo cobrar yo todo este esfuerzo de más que hago? —Algunos picadores les suelen dar a sus ayudantes si se lo merecen el día de cobro una prima de su propio bolsillo, esto era la única recompensa que le correspondía a un rampleru. Pero mi picador no me convidó ni a un triste vaso de vino. —Al día siguiente del de paga, que por cierto yo apenas ganó aquel mes ni para pagarle a mi patrona, ya estábamos trabajando los dos juntos en el tajo, él trabajaba con el mismo afán de siempre, yo paleaba el carbón con el ardor acostumbrado, pero cuando comprendí que ya había picado el carbón que correspondía a lo estipulado en una jornada normal de trabajo, yo dejé de paliar carbón y me senté tranquilamente encima de la pala, el casi inmediatamente dejó de picar y con voz bronca me dijo: ¡Venga rapaz quita este carbón que me estorba! —Yo le contesté que no rampliaba más carbón, que mi trabajo ya había terminado, que yo no estaba a destajo. —El dejó el martillo vino hacia mí con intenciones amenazadoras y me dijo que sino paleaba carbón me rompía los focicus. —Y tal cosa haría aquel animal de mi paisano, pues yo vi en su gesto endemoniado la firme idea de vapulearme a su gusto. —No me detuve en hacerle comprender nada pues yo sabía que a él no le importaban mis razones, así que me levante, así la pala con rabiosa tranquilidad y le hice comprender que estaba dispuesto a obedecerle pero de repente y con gran rapidez le ataqué con fiereza sorprendiéndole, y le aticé tres o cuatro golpetazos certeros con la pala de plano, que dieron con su grande y fuerte humanidad en el suelo, y cuando le vi vencido y sin ánimo de atacarme le dije, que yo defendía mis derechos, y que él lejos de convertirse en mi negrero, debía de comprender que lo que yo decía era justo. —Nada me respondió el muy magüetu, se levanto quejándose por los gestos que hacía, no por las palabras que no dijo ninguna, y se fue rampla abajo, al poco tiempo vino acompañado del vigilante de rampla, que se llamaba Anxelín y era sin dudarlo un astur de buena calaña, que más que reñirme tal parecía que le haba gustado lo que hubiera hecho, y después de explicarme las obligaciones que tenía un rampleru, que eran todas sin que le asistiese ningún derecho, me rogó me incorporara otra vez al trabajo, y que me dejase de aspirar a unas pretensiones que no existían. —Yo le contesté que en esas condiciones no trabajaría más y que hablaría con los demás ramplerus para que me secundaran, entonces él sin decirme más palabras me dio papeleta para la jaula y me echó de la mina. —Nada pude yo poner en claro con los demás ramplerus cuando salieron de la mina muchos de ellos hasta mirándome con desprecio de mi idea se reían. —Al día siguiente ya conforme con la mala suerte de no poder conseguir nada, ya estaba dispuesto a seguir trabajando de aquella esclavizante y dehumanizadora manera, fui a recoger mi lámpara a la lampistería para entrar a la mina, cuando le di mi número de lámpara al lampistero, este se fue a un cuarto contiguo y salió acompañado de dos guardias civiles que me detuvieron en el momento, me esposaron lo mismo que si fuese un delincuente, y en presencia de muchas mineros que ninguno les dijo nada, me llevaron para el cuartelillo que tenían en la Felguera. —Mucha suerte tuve yo aquel día, pues cuando me entraron en la oficina del cabo primero de aquel destacamento, que tenía la profesión de ser un verdadero asesino, y que fácil muy alegremente me hubiese dado más palos que los que imaginar pudiera, allí dentro estaba un oficial de la guardia civil, que había servido como alférez de milicias en mi tercio, precisamente en mi compañía que era la de deportes, nada más que me vio, rápidamente ordenó que me quitasen las esposas, y manda todos los guardias que saliesen de la oficina, después me saludó fraternal y noblemente como buen legionario, me mandó que me sentara y le explicara el delito que me traía. —Cuando le conté lo que había hecho, él metiendo la mano en su bolsillo me dio doscientas pesetas y me dijo: —Toma coge esto y vuelve ahora mismo con toda la rapidez que puedas a tu Tercio legionario sino quieres terminar de una paliza destrozado, o morirte de hambre en un presidio. —No busques en la vida civil ni libertad, ni justicia, pues estas dos preciadas joyas hace tiempo que a la Patria la han abandonado y en su lugar ha nacido una ley que sostenida por la pistola y el látigo no permite que nadie reclame sus derechos, porque todos tienen el deber de ser sumisos ciudadanos que no tienen voz ni voto porque el miedo les ha convertido en un rebaño de sumisos esclavos. —Aquel mismo día otra vez volví a viajar sin maleta ni equipaje como siempre había rodado, camino del refugio que me brindaba mi querida y noble legión, donde moraban muchos jóvenes que al igual que yo habían sido por la ley apaleados, humillados.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > güelguia

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